sábado, 10 de diciembre de 2011

Las ideas ruedan cómo canicas
por la calle empinada  de mi barrio.
No soporto ésta clase burguesa, “sr Haller”
que se ha instalado,
cerca de casa.
Han anidado gente rara.
Rara y vanidosa.
Sus tacones altos, mirando siempre de soslayo, por encima, del hombro.
Sus abrigos de pieles.
Sus conversaciones qué no dicen nada.
La mirada, qué no mira, a ninguna parte.
Harry Haller, díme dónde está ese teatro mágico,
por qué muchas noches vago sin rumbo por estas calles vacías,
y me quiero fundir con las casas antiguas de piedra.
Y con las conversaciones de las ancianas que aún tejen con lana.
Y los viejos plataneros.
Huir,
marcharse,
tras las pisadas del lobo,
que llevo dentro.