Y si el piano acaricia una respuesta afirmativa.
Tocando con los dedos, las teclas,
y tu piel.
He olvidado tu nombre,
se desdibujan tus ojos cuando trato de mirarte en la memoria.
Cuan cálido puede resultar un café descafeinado de sobre.
Y dejar hablar nuestros labios.
Y dejar qué las horas se caigan del reloj, efímeras.
Si la lluvia repiquetea y marca un ritmo, afuera,
porqué llueve,
tú,
eres sin duda,
la música de mi vida.